La esperanza de Chile está en su historia

Si no reconstruye el puente con el pasado de luchas por la democracia y los derechos, la joven dirigencia de izquierda no podrá movilizar a los abstencionistas ni interpelar a los indecisos.

La esperanza de Chile está en su historia

La esperanza de Chile está en su historia

Si no reconstruye el puente con el pasado de luchas por la democracia y los derechos, la joven dirigencia de izquierda no podrá movilizar a los abstencionistas ni interpelar a los indecisos.

Por Eduardo J Vior

POR EDUARDO J. VIOR

 

Dos visiones contrapuestas de Santiago de Chile
Dos visiones contrapuestas de Santiago de Chile



José Antonio Kast ganó en la primera vuelta de la elección presidencial chilena, entre otras razones, porque supo conectar el cansancio de muchas y muchos chilenos tras dos años de movilizaciones, pandemia y crisis económica con el imaginario de paz social, crecimiento económico y estabilidad que habría ofrecido el régimen de Augusto Pinochet (1973-1990). Por el contrario, la joven dirigencia de la izquierda recogió la herencia de las luchas estudiantiles desde 2006 y de la campaña contra el sistema privado de pensión, pero no recupera aún el lazo con las luchas populares por la democracia y los derechos sociales que han recorrido toda la historia de su patria. A su apelación al futuro aún le falta echar raíces.

“Nos han declarado la guerra. Nosotros les declaramos la esperanza”, proclamó Gabriel Boric en la noche del domingo 21. Fue acertada la finta retórica frente a la violencia del discurso del candidato vencedor, José Antonio Kast, que prometía la guerra contra “el terrorismo” y “el comunismo”. Por primera vez desde la transición a la democracia Chile se dirime entre dos proyectos de país. El “modelo chileno” instaurado por la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte ha fracasado. Después de casi medio siglo de vigencia el neoliberalismo ha sido incapaz de garantizar condiciones de vida dignas a la mayoría de la población y de generar un proceso de acumulación interna que le permita reproducirse sin inyecciones financieras externas, sin aumentar la explotación de la mano de obra y sin depredar los recursos naturales. Ya en 2017 el 50% de los hogares de menores ingresos tenía un 2,1% de la riqueza neta del país, el 10% concentraba un 66,5% del total y el 1% más acaudalado concentraba el 26,5% de la riqueza. Esta desproporción no ha hecho más que agravarse por la pandemia y la crisis económica.

Especialmente en los últimos años los gastos elementales para el sostenimiento de la vida se han vuelto intolerables y la incapacidad del segundo gobierno de Sebastián Piñera (2017-22) para afrontar las manifestaciones de protesta que comenzaron en octubre de 2019 y su tratamiento de la pandemia han demolido su credibilidad. El gobierno llegó a las elecciones con una tasa de aprobación del 5%.

El candidato pinochetista José A. Kast sacó en la primera vuelta electoral del domingo pasado 27,9% de los votos, superando a Gabriel Boric por 2,1 puntos (sacó 25,8%). La diferencia es menor que la prevista en la mayoría de las encuestas, pero para la izquierda difícil de remontar. Kast obtuvo ya el apoyo del candidato progubernamental Sebastián Sichel (12,79%) y espera conquistar los votos del empresario neoliberal Franco Parisi, quien obtuvo un sorprendente 12,78% haciendo campaña desde el exterior. Si los votos de la primera vuelta se sumaran en la segunda, la ultraderecha ya habría triunfado. El 52,3% de los casi 15 millones de habilitados para votar, empero, no ha concurrido a las urnas. Este contingente abarca sobre todo los sectores populares y juveniles desencantados con la elite política, con 30 años de democracia amañada y la dureza de condiciones de vida apenas sostenibles.

El pinochetismo sabe que no puede ampliar su apoyo más allá de la eventual conquista de una parte de los votos de Parisi. Por ello advierte contra el “comunismo” que advendría con Boric, para amedrentar e inmovilizar a las masas populares. Por su parte, la dirigencia de izquierda afirma haber comprendido donde están sus posibles votantes. “Me bajé del árbol”, dijo Boric este miércoles 24, al visitar La Pintana, una comuna en el extremo sur del Gran Santiago gobernada por la Democracia Cristiana. Pero no basta: “a la campaña de Boric hay que meterle pueblo”, sentenció a su vez Rodrigo Mundaca, alcalde de Valparaíso.

La campaña para la segunda vuelta ya comenzó con todo. Ambos candidatos están retocando sus programas, para conquistar votos en el centro del espectro político. Mientras que Kast recibió el apoyo del oficialista Sebastián Sichel, la demócrata cristiana Yasna Provoste (y la presidenta de su partido, Carmen Frei), el progresista Marco Enríquez Ominami y el ex presidente soicalista Ricardo Lagos (2002-07) ya se expresaron por Boric.
 

Gabriel Boric Frente Amplio candidato presidencial por la lista de Apruebo Dignidad
Gabriel Boric (Frente Amplio), candidato presidencial por la lista de Apruebo Dignidad



El candidato ultraderechista se concentra en su manejo casi monopólico de los medios y de las redes sociales. Al de Apruebo Dignidad, por el contrario, propios y ajenos lo están azuzando, para que salga de Twitter, del centro de Santiago y de la Academia. En suma, “bajarse del árbol” quiere decir caminar la calle de las poblaciones y ciudades del interior que no lo votaron.

Tan importante como el apoyo de la antigua Concertación (DC, PS, PPD y PR) es el espaldarazo que recibió Boric también el miércoles de un grupo de convencionales constituyentes de pueblos originarios y alcaldes de la Región Metropolitana y Valparaíso, donde destaca el apoyo del dirigente porteño Jorge Sharp, quien se había apartado de Boric en noviembre de 2019, luego de que éste firmara el acuerdo multisectorial convocando a la paz tras el escalamiento de los enfrentamientos entre manifestantes y carabineros.

El apoyo de dirigentes de la izquierda y centro amplía la campaña del líder de Apruebo Dignidad y lo identifica con la transición hacia la democracia de hace tres décadas, pero aún no le da el perfil social y popular que necesita para llegar a los millones de pobres y desclasados que ha dejado casi medio siglo de neoliberalismo. La joven dirigencia de izquierda no reivindica a Salvador Allende (1970-73), para no espantar a los demócratas cristianos. Sin embargo, no sería contradictorio hacerlo junto con la recuperación de Eduardo Frei (1964-70), a quien pueden sumarse gobernantes de los siglos XIX y XX que –en el movimiento contradictorio de todos los países de la Patria Grande- fueron realizando las reformas políticas, económicas y sociales luego tronchadas por la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte (1973-90). El hundimiento del régimen político pergeñado por éste en la Constitución de 1980 permite al pueblo chileno volver a construir libremente su futuro, pero para ello debe recurrir a su pasado.
No basta con que Gabriel Boric “se baje del árbol”. Si quiere enlazar con los millones de “rotos” que pululan por las calles y sobreviven sin “pega” fija, tiene que apelar a su memoria. Hubo tiempos en los que vivieron mejor. Allí está la esperanza en un futuro digno.